viernes, 13 de agosto de 2010

Pastores, si. Falangistas, no.

En 1951, una ley de Seguridad Nacional vigente en Estados Unidos estuvo a punto de frustrar la inmigración de 250 pastores vascos imprescindibles para la recuperación de la industria ovina en el país. Está ley prohibía el ingreso en el país de miembros de partido totalitarios (Falange Española estaba considerado como uno de ellos). La obligatoriedad de partido único puso en peligro una ley propuesta por el senador Mac Carran, de Nevada, para que los vascos pudiesen ingresar en el país. La cuestión de los pastores vascos estuvo en las páginas de los periódicos del oeste durante varios meses. Fueron muchos los implicados en un movimiento que trataba de romper las restricciones impuestas dos décadas antes.
En 1924, un decreto de inmigración establecido por el Congreso americano limitaba a 131 personas la cuota anual de entradas de ciudadanos españoles en los Estados Unidos. William A. Douglass, resalta que “esta medida redujo efectivamente la entrada legal de un número significativos de pastor de Vizcaya y Navarra, las dos regiones que proporcionaban la mayor parte de los pastores vascos en el Oeste. A los de nacionalidad francesa se les permitió una cuota más alta, pero la zona vasco-francesa, con una población que no alcanzaba los 200.000 habitantes (en comparación con unos dos millones de la zona vasco-española) era una fuente menos importante de trabajadores para la ganadería ovina norteamericana” (Lane & Douglass: 139).
La entrada en vigor de la Taylor Grazing Act que acababa con los pastores nómadas hizo que los pastores independientes encontrasen trabajo en los grandes ranchos ovejeros, maquillando la escasez de mano de obra. Sin embargo, en la década de los 1940, la escasez general de mano de obra, unida a la disminución de pastores por la jubilación de algunos y el regreso a Europa de otros, precipitó una crisis seria de trabajadores. La mayoría de las empresas no tenían suficientes obreros y los ganaderos desesperados trataban de seducir a los empleados ajenos(Lane & Douglass: 140). Por su fuera poco, algunos pastores, a los que se les había terminado el periodo de visa, fueron deportados tras años en Estados Unidos. La mayor parte se fue al norte de México con la esperanza de regresar (son los días de la segunda guerra mundial). Algunos ganaderos fueron procesados por propiciar el regreso de forma clandestina.
Los rancheros comenzaron entonces a presionar a los legisladores para dispensar a los vascos de las rigurosas cuotas. Esto se solucionó en parte con una serie de “decretos privados”. Douglass recuerda que entre 1942 y 1961 unos 383 hombres recibieron el “status” de residencia permanente gracias a los “Decretos de Pastores”: “No obstante, esta solución inestable llegó a ser un mero paliativo para la creciente escasez de mano de obra de esta industria. A fines de la década de 1940, el número de ovejas en el Oeste había decrecido en un 40 %. Con su supervivencia en juego, los ganaderos de ovejas comenzaron a organizarse con el único fin de importar pastores” (Lane & Douglass: 141). Así surgieron las Asociaciones de Ganaderos de Nevada (este y oeste), de Wyoming, de California,… Uno de los ganaderos más activos fue John P. Bidegaray, presidente de la California Range Association.
En este marco surgió la figura de Pat Mac Carran, senador demócrata por Nevada que tenía una gran influencia en el Senado federal. Mac Carran era un ganadero de ovejas retirado y, paradójicamente, adversario declarado de una política liberal de inmigración. “A pesar de esta aparente contradicción –señala Douglass-, Mac Carran arguyó que el pastor vasco debía recibir un trato especial” (Lane & Douglass: 142).
En 1950, el senador Mac Carran patrocinó con éxito la Public Law 307 que permitía el ingreso en el país de 250 pastores. La puesta en marcha de este decreto se enfrentó con dificultades tanto en Estados Unidos como en España. En enero de 1951, John P. Bidehgaray, presidente de la California Range Association, enviaba un cable a Washington para que la delegación que negociaba los detalle de la ley Mac Carran pidiesen el cambio de una norma del Departamento de Justicia que invalidaba esta norma. La vigente ley de Seguridad Nacional decía que ningún miembro de un partido totalitario podía entrar en el país. La obligatoriedad de pertenecer a Falange (considerado partido totalitario) suponía un grave obstáculo para la entrada en el país de los pastores.
Se pidió un informe al Consulado de Bilbao. Este certificó, por un lado, el asunto de la obligatoriedad, aunque resaltó que ninguno de los seleccionados era activo en Falange. Bidegaray fue más allá y dijo que la mayoría de los vascos combatían tanto a los falangistas como a los comunistas (Bakersfield Californian, 23 de enero de 1951).
Pero, el asunto de Falange, retrasaba la aplicación de la ley Mac Carran y los ganaderos se impacientaban. Bidegaray envió un telegrama a los senadores por California Richard Nixon y William F. Knowland y a los representantes republicanos (también por California) Allan Hunter, Leroy Johnson y Thomas H. Werdell. Solucionado este y otros problemas, los vascos entraron el país (Nevada State Journal, 27 de enero de 1951).
Las presiones dieron su resultado y los pastores vascos comenzaron a trabajar con notable éxito. En diciembre de 1951, los ovejeron volvían a reunirse en Reno con Pat Mac Carran. Decían que los vascos habían relanzado la producción lanera. La cabaña había pasado de 167.000 a 228.000 cabezas el 1 de diciembre de 1951. Para 1952, Bidegaray -que volvía a encabezar la delegación- pidió otros 980 vascos, esta vez españoles y franceses (Bakersfield Californian, 27 de diciembre de 1951)

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