miércoles, 10 de agosto de 2011

Los pastores vascos y la I Guerra Mundial




El 1 de agosto de 1914 Francia declaraba la guerra a Alemania. El día 3 de agosto, Poincaré decretaba la movilización general. La orden se trasladó inmediatamente a los Consulados. El Consulado francés de San Francisco ejercía su influencia en los estados del Oeste donde se encontraba la mayor concentración de vascos y de franceses. Los primeros meses de contienda fueron de fervor y entusiasmo patrióticos. Los días de plenitud de la “unión sagrada” que definiera Clemanceau.
El 1 de octubre de 1914, un grupo de hombres se reunía en el Hotel Indart de Reno para realizar una pequeña parada militar. La mandaba el teniente Calisfero Pitana, un venerable anciano veterano de mil combates, llegado desde San Francisco. Su escuadra estaba formada por parisinos y vascos (se hace la distinción el periódico). Entre estos últimos, los soldados Jean Larralde, Pettan Goyhetche, Jean Oxarat, Baptiste Carrica o Pierre Etchemendy. Habían llegado desde diferentes puntos de Nevada. Algunos se habían naturalizado americanos, otros estaban casados. Antes, un grupo de veinte había salido para Europa. Los soldados recibieron un cálido homenaje antes de salir para el frente en otro establecimiento vasco, el Commercial Hotel. Luego, junto a otros 250 procedentes de California, embarcarían en un convoy de la Western Pacific rumbo al frente(Reno Evening Gazette, 1914-10-02).
Una de los casos de pasión guerrera fue el de Bernard Arosteguy. Nacido en Saint-Jean Pied-de-Port (de Luz?), Baja Navarra, el 4 de febrero de 1888. Llegó a Nueva York a bordo de L’Aquitanie procedente de Le Havre el 8 de diciembre de 1901. Se dirigió a Los Ángeles dond vivía su padre Arnaud. En 1914, cuando se encontraba visitando a su familia en el Pais Vasco y aunque era ciudadano americano, se alistó en el Ejército francés y sirvió durante dos años en una brigada de ametralladoras. Resultó gravemente herido en Verdún y fue licenciado, regresando a California. En 1917, trabajaba para H.C. Beasley en Ventura Co, Ca. En junio de 1918, salió para Camp Kearney para recibir instrucción militar. En 1919, se encontraba destinado cerca de Burdeos como parte de la 144 Brigada de la 4º División del Ejército americano. El 26 de abril de 1919, el Oxnard Courier publicaba una carta que el pastor vasco enviaba a Henry Beasley,  dueño del rancho en que trabajaba. Le contaba que llevaban tres meses esperando para ser embarcados de regreso a Estados Unidos. La partida siempre se retrasaba a “mañana”. Mientras tanto no les dejaban ir a los pueblos cercanos y, cada día, veían pasar los barcos cargados de soldados en su vuelta a casa(Oxnard Courier, april, 16, 1919).
Por fin acabó su servicio y, en diciembre de 1919, se casó en Santa Clara con una joven vasca, Catherine Duhau. En 1920, regentaba una granja en Hueneme, en el condado de Ventura, hasta que, en 1924, compró una tienda de ultramarinos en el mismo lugar que, pasados los años, se conviertió en un importante centro comercial. Falleció en Santa Clara 20 de agosto de 1935.
Al comenzar la guerra, todos estaban convencidos de que conflicto corto. Sin embargo, para 1915, ya habían muerto 450.000 combatientes. Con los primeros permisos, algunos desertan. En el fenómen de la insumisión en algunos cantones vascos alarma a las autoridades. En octubre de 1915, el Gobierno francés decide prohibir que los soldados de permiso, heridos o convalecientes, puedan disfrutarlo en los cantones fronterizos de los Bajos Pirineos, aunque hayan nacido allí o tengan allí la familia o su residencia habitual. Esto concierne a los cantones de San Juan de Luz, Ustaritz, Espelette, St. Etienne de Baigorry, St. Jean-Pied-de-Port, Tardets, Aramits, Accous, Larruns. Los soldados deberán disfrutar su permiso en otros cantones. Este medida se extendió a fin de año a la frontera italiana y después a la suiza. La huida hacia el Estado español para estos hombres es cosa fácil, no un salto a lo desconocido. Las relaciones familiares por encima de la frontera son aún muy frecuentes. En el País Vasco peninsular encuentran muy pronto trabajo y apoyos. El secretario de, Ayuntamiento  de Valcarlos, llamado Marcos, proporcionaba papeles con facilidad, así como Leandro Goieneche, de Elizondo, antiguo agente de emigración, que procuraba papeles y pasajes para América a quienes querían y tenían posibilidades. De todas maneras, esta huida se inscribe en una larga tradición de emigración: saben que van a encontrar al otro lado del Pirineo un hermano, un cuñado, un tío, un vecino... Son muchos vascos de Iparralde quienes, con nueva documentación, emigran a estados Unidos. Uno de ellos fue Michel Hachquet. Nacido en Urepel, Baja Navarra, hacia 1899. Al estallar la Gran Guerra, se fue al pueblo de su madre, Elbete, Valle de Baztán. Desde allí emigró. Llegó a Nueva York a bordo del Manuel Calvo procedente de Barcelona el 16 de marzo de 1916. Se dirigió a Elko. Dio como referencia la de Frank Yrigoyen (Telescope Hotel)
Centro de Reclutamiento en el condado de Fresno, Cal.

Estados Unidos entra en guerra

El 2 de abril de 1917, a raiz de hundimiento del trasantlántico Aquitania, Estados Unidos declaró la guerra a Estados Unidos. Inmediatamente, comenzó el reclutamiento general. Entre 1917 y 1918, 24 millones de hombres menores de 46 años fueron reclutados. Hay que recordar que el país tenía entonces una población de 100 millones.
La postura oficial de la comunidad vasca fue de apoyo sin reservas al Gobierno de Estados Unidos. El 30 de marzo de 1917, se reunió en Boise los elementos más destacados. Entre estos, Antonio Azcuenaga (que actuó como secretario), John Archabal, Juan Anduiza, Luis Bermeosolo, Mateo Arregui, José Uberuaga, José Mendiola, Juan Echevarria, Francisco Arregui y Anastasio Jayo. Los reunidos redactaron un manifiesto que fue enviado al alcalde de Boise y al Gobernador del Estado (Idaho Statesman, 1917-03-30). Una reunión similar se celebró en Mountain Home. Esta presidida por José Bengoechea.
Douglass y Bilbao, recogen algunos datos sobre la postura de los pastores vasco-españoles (y sus consecuencias) ante el reclutamiento para combatir en el Ejército americano en aquellos días.  Lo cierto es que los vascos (de cualquier origen) no pusieron más objeciones que otras minorías e incluso que los propios nativos. Repasando los listados publicados de los tribunales de exención, se puede comprobar lo que decimos. Por otro lado, el alegato de pertenecer a una “nación neutral” no es el que más se repite: el más común tienen que ver con mantener o ayudar económicamente a la familia (en el País Vasco o en Estados Unidos). Luego, hay un listado variado. Desde “solo combatiré si Estados Unidos es atacado, pero no en Europa”. “He pagado para no servir en el Ejército” (las famosas cuotas). Otros tenían que cuidar su rebaño… Pero, muchos fueron reclutados y combatieron.
Este es el caso de Celso Madarieta, de Bedarona, y hotelero en Elko, NV, Juan Nicolaurrena, de Lekaroz, que trabajaba como pastor en el norte de Nevada. Gregorio Amillategi, de Boise, fue herido en combate. Alberto Echevarria, de Pocatelo, estaba considerado como un héroe de guerra. Falleció en Pocatello a causa de las heridas producidas por la coz de un caballo cuando se encontraba en un campamento ovejero el 24 de septiembre de 1921. Fue enterrado con honores militares (Salt Lake Telegram, 1921-09-23/Idaho Statesman, 1921-09-23).

Las consecuencias

La inmensa mayoría de los pastores vascos movilizados solicitaron la ciudadanía americana, incluso antes de ser licenciados. En los propios campamentos militares se comenzaron a tramitar las peticiones. Además de los citados, los vasco-franceses que habían servido en el Ejército americano. Por ejemplo, Pierre Ohaco, de Aldudes, que se alistó cuando cuidaba ovejas en Arizona, o Prudencio Zabala, de Nabarniz, pastor y trampero en Utah.
A quienes finalmente no se alistaron, no se les permitió nacionalizarse. Un ejemplo fue el de Maximino Echandia, de Ereño. En marzo de 1919, el juez de Winnemucca James A. Callahan, a petición de C.A. Ball, representante del Gobierno (naturalisation examiner) rechazó su solicitud de ciudadanía debido a que había alegado contra su alistamiento, señalando que era ciudadano de una nación neutral. Un caso singular fue el de José Manuel Oleachea, de Lesaka. En 1922, un juez de Ely, White Pine Co., le concedió la ciudadanía siguiendo el procedimiento aplicado a soldados y marineros en tiempos de guerra. Sin embargo, está fue recurrida por un fiscal. Oleachea fue reclutado y enviado a Francia en 1917. Mientras se encontraba en este país combatiendo, fue licenciado a petición del Gobierno español alegando que el pastor era súbdito del rey de España. De esta forma, no podía acceder a la ciudadanía por la vía que había iniciado. Por su parte, Oleachea alegó que la reclamación española se había hecho sin su consentimiento (Reno Evening Gazette, 1922-12-01).
Pero, no fue solo en la cuestion de la nacionalidad la que afecto a los vascos que habían alegado contra su reclutamiento. La mayoría perdieron sus derechos a utilizar tierras públicas para sus ovejas. La prensa dio cuenta de la invalidación de numerosos contratos de alquiler (W.A. Douglass & Jon Bilbao, Amerikanuak. Basques in the New World, Reno (1975: University of Nevada Press, pp.303-304).